#4 Más vale un mal acuerdo que un buen pleito
¡Hola👋!
Soy José Mira, abogado, y te doy la bienvenida a este espacio llamado Cosas de Derecho donde comparto mi visión de las cosas que considero de interés.
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Tengo que reconocer que esta edición casi no sale. Vaya manera de mantener a mis lectores, si en la edición 4 ya voy con retraso. Pero aquí estoy, dispuesto una semana más a contar alguna cuestión del día a día en la abogacía.
Esta entrega se llama, precisamente, más vale un mal acuerdo que un buen pleito. Es una expresión que se relaciona con la dramática situación que está viviendo el pueblo ucraniano.
Mucho se está hablando ahora de diplomacia “de precisión” y es que en cierta manera, la profesión de la abogacía, va de eso: de tratar de sortear conflictos, envites y problemas para que las relaciones humanas, sean lo más fluidas posible (vaya frase más bonita me ha quedado). Hasta aquí todo correcto, pero siempre hay elementos que impiden, a priori la adopción de acuerdos y requieren de defenderse, e incluso atacar, para marcar una determinada posición. Un punto de partida sobre el que tejer un acuerdo.
Pero entiendo que nunca se trata de llegar a un acuerdo con una postura férrea e inquebrantable con pedimentos que llevan a la humillación del contrario. Precisamente un acuerdo es eso: una solución a un problema o conflicto en el que ninguna de las dos partes debe terminar satisfecha. Y esto se debe a que es necesario hacer concesiones para buscar un entente.
No es una obviedad decir que, en muchas ocasiones (por no decir siempre), cuando el conflicto estalla, no es porque repentinamente surja una necesidad imperiosa de pleitear o combatir, sino porque la diplomacia ha fallado. Y falla porque estamos acostumbrados a un mundo de ganadores y de perdedores. Un mundo en el que la intransigencia y la sapiencia absoluta, hace que no tengamos miras más allá. No todavía es blanco o negro, hay matices, razones y a todo el mundo le asiste algo que es necesario poner sobre la mesa y preservar. Pero no significa renunciar a la esencia de la voluntad, ni tampoco imponer el criterio de uno sobre el otro.
Y hasta aquí la reflexión de hoy.
No he podido sacar una sentencia curiosa en esta edición. Lo siento.
Nos vemos la semana que viene.